El regreso del gran Carlos Yushimito a la distancia corta.
Los diez relatos reunidos en este libro sobrevuelan de modo sincronizado obsesiones en torno a la realidad, la percepción que tenemos de ella y la capacidad que posee el lenguaje para representarla. El acto narrativo se vuelve así la búsqueda de una revelación, tal como la que, en su lucha contra los artificios de la costumbre, emprenden un artista japonés que pinta palomas en París, una niña deslumbrada por una ingrávida y sospechosa epidemia de felicidad, o un adolescente que advierte, bajo la guía de sus vecinos ciegos, la catástrofe de un invierno sin fin.
En los exilios del extrañamiento, hay también espacio para una memoria de los desarraigos que ocasiona la violencia migratoria en un mundo en constante movimiento. Voces que reaparecen, como ensoñaciones o espejismos, ocultas en caracolas a orillas de una playa, solo para ser oídas en mitad de una guerra. Ecos que atraviesan un desierto tan voraz e infatigable como la culpa y la muerte que acechan en todos los rincones de la experiencia humana.
El protagonista en los libros de Carlos Yushimito siempre es el lenguaje y su capacidad plástica para descubrir un nuevo territorio que no existe hasta que el autor lo nombra. Ese territorio que es a veces Japón, Brasil, Perú o Inglaterra, o sencillamente cualquier lugar que se vuelve real cuando es animado por las pulsiones creativas de una imaginación orientada a la construcción de una expresión propia.
Los diez relatos reunidos en este libro sobrevuelan de modo sincronizado obsesiones en torno a la realidad, la percepción que tenemos de ella y la capacidad que posee el lenguaje para representarla. El acto narrativo se vuelve así la búsqueda de una revelación, tal como la que, en su lucha contra los artificios de la costumbre, emprenden un artista japonés que pinta palomas en París, una niña deslumbrada por una ingrávida y sospechosa epidemia de felicidad, o un adolescente que advierte, bajo la guía de sus vecinos ciegos, la catástrofe de un invierno sin fin.
En los exilios del extrañamiento, hay también espacio para una memoria de los desarraigos que ocasiona la violencia migratoria en un mundo en constante movimiento. Voces que reaparecen, como ensoñaciones o espejismos, ocultas en caracolas a orillas de una playa, solo para ser oídas en mitad de una guerra. Ecos que atraviesan un desierto tan voraz e infatigable como la culpa y la muerte que acechan en todos los rincones de la experiencia humana.
El protagonista en los libros de Carlos Yushimito siempre es el lenguaje y su capacidad plástica para descubrir un nuevo territorio que no existe hasta que el autor lo nombra. Ese territorio que es a veces Japón, Brasil, Perú o Inglaterra, o sencillamente cualquier lugar que se vuelve real cuando es animado por las pulsiones creativas de una imaginación orientada a la construcción de una expresión propia.
La poesía siempre ha acompañado a Benito Taibo y de alguna manera ha impregnado toda su obra.
Antídoto para el olvido, la poesía es un faro que alumbra lo que corre el peligro de perderse en la cotidianidad, en las horas que nos arrastran sin clemencia. De ahí que la búsqueda de la felicidad sea una hazaña, y la poesía el medio para que tal empeño no se pierda en el caudal de los días que se suceden sin remedio.
Benito Taibo nos invita en los poemas reunidos en este libro a redescubrir las maravillas que aguardan en cada esquina, a despertar cada mañana con el deseo de aprender algo nuevo, a evocar el dulce resquemor de los amores pretéritos y a soñar con el ojo puesto en las posibilidades de los tiempos venideros, siempre que hallemos en la memoria el salvamento.
Antídoto para el olvido, la poesía es un faro que alumbra lo que corre el peligro de perderse en la cotidianidad, en las horas que nos arrastran sin clemencia. De ahí que la búsqueda de la felicidad sea una hazaña, y la poesía el medio para que tal empeño no se pierda en el caudal de los días que se suceden sin remedio.
Benito Taibo nos invita en los poemas reunidos en este libro a redescubrir las maravillas que aguardan en cada esquina, a despertar cada mañana con el deseo de aprender algo nuevo, a evocar el dulce resquemor de los amores pretéritos y a soñar con el ojo puesto en las posibilidades de los tiempos venideros, siempre que hallemos en la memoria el salvamento.