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José Antonio Martín Otín
 ©Cortesia del autor
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José Antonio Martín Otín

José Antonio Martín Otín es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Fue director de varias emisoras de radio en la cadena SER y en Heraldo de Aragón y director de productoras en A3 Media. Es comentarista de la cadena COPE en programas de Historia y Deportes, tertuliano de El Chiringuito de Jugones en A3 Media y en el programa «Academia Caballero» de ESRadio, con José Luis Garci y Dieter Brandau. Es autor de libros de asuntos varios: historias de fútbol (El fútbol tiene música y otros); la Generación del 27 (La desesperación del té); José Antonio Primo de Rivera (El hombre al que Kipling dijo sí), donde desvela la relación sentimental del joven político con Elizabeth Asquith, la princesa Bibesco; escritores de la Bohemia (Tomás Borrás. Cuentos gnómicos), junto a Miguel Pardeza y Javier Barreiro; y la lucha de Carlos Matallanas contra la esclerosis lateral amiotrófica (¿Quién dijo rendirse?). Es promotor de la Cooperativa de periodistas que realiza el pódcast «La Influencia».

Violencia roja antes de la Guerra Civil
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Violencia roja antes de la Guerra Civil

Sergio Campos Cacho | José Antonio Martín Otín

Una historia que desmiente el relato republicano sobre el inicio del Terror Rojo.

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Sinopsis de Violencia roja antes de la Guerra Civil

Habían llegado al poder en las elecciones de 1936 y lo de menos era cómo. Si hubo fraude, solo sería asunto para historiadores meticulosos mucho tiempo después. Mientras, la revolución proletaria. Lo que repetía Largo en los mítines o escribía Araquistáin en Leviatán, anunciando que la reacción fascista al progreso se aplastaría como fuese, dejaba dudas: podía ser verdad, podía ser retórica. Pero ellos no dudaban, vivían en la certeza: eran las MAOC, la vanguardia de la vanguardia del Frente Popular; nadie les iba a parar.

Las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas reunían desde 1933 a los grupos paramilitares y parapoliciales marxistas. No actuaron como una banda de criminales exaltados, sino como una incipiente milicia política de carácter leninista cuyo objetivo era la Revolución y su estrategia para conseguirla, el Terror.

En abril de 1936 ocuparon el asilo de niñas de la calle de Antillón de Madrid con el permiso de las autoridades republicanas. Sus sótanos fueron utilizados para llevar a cabo prácticas de tiro y de tortura. En la salida de Madrid, cruzado el río por el Puente de Segovia, acababa de nacer, en tiempo de «paz», la primera fábrica de Miedo.

No hay víctimas sin verdugos. En estas páginas conviven unas y otros con un único fin: que la dignidad perdida a través del crimen reviva mediante el recuerdo y la fijación precisa y exhaustiva de los hechos.

Habían llegado al poder en las elecciones de 1936 y lo de menos era cómo. Si hubo fraude, solo sería asunto para historiadores meticulosos mucho tiempo después. Mientras, la revolución proletaria. Lo que repetía Largo en los mítines o escribía Araquistáin en Leviatán, anunciando que la reacción fascista al progreso se aplastaría como fuese, dejaba dudas: podía ser verdad, podía ser retórica. Pero ellos no dudaban, vivían en la certeza: eran las MAOC, la vanguardia de la vanguardia del Frente Popular; nadie les iba a parar.

Las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas reunían desde 1933 a los grupos paramilitares y parapoliciales marxistas. No actuaron como una banda de criminales exaltados, sino como una incipiente milicia política de carácter leninista cuyo objetivo era la Revolución y su estrategia para conseguirla, el Terror.

En abril de 1936 ocuparon el asilo de niñas de la calle de Antillón de Madrid con el permiso de las autoridades republicanas. Sus sótanos fueron utilizados para llevar a cabo prácticas de tiro y de tortura. En la salida de Madrid, cruzado el río por el Puente de Segovia, acababa de nacer, en tiempo de «paz», la primera fábrica de Miedo.

No hay víctimas sin verdugos. En estas páginas conviven unas y otros con un único fin: que la dignidad perdida a través del crimen reviva mediante el recuerdo y la fijación precisa y exhaustiva de los hechos.

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