El confinamiento nos han llevado a cuestionar qué bienes y servicios compramos, qué consumimos en nuestros hogares, y sobre todo, la cantidad de objetos que pueden perder sentido al no usarlos. También nos enfrentan a la nueva realidad de una economía golpeada y una manera de consumir distinta.
“Hay virus que contaminan, pero este tiene la enorme virtud de descontaminar y descontaminarnos. Nos dimos cuenta de que muchas cosas que hacemos son innecesarias y podemos suprimirlas de nuestra cotidianidad. Hemos visto cómo lo más común y silencioso de nuestro gasto es quizás más importante que todo lo que pensábamos que era valioso. Ahora, pasamos de 'jugar a las escondidas', a 'jugar a la lleva', donde debemos evitar que nos toquen y esto le dará forma al nuevo mercado y a los escenarios que pueden plantearse”.